A lo lejos, vi un punto negro. De un punto negro vi una
mancha borrosa. De la mancha borrosa vi una especie de cuerpo. Y de una especie
de cuerpo vi un lobo alto y delgado. Venía corriendo como el viento. Me
quedé mirándolo un buen rato, embobado. Hasta que recordé las palabras de mi
amo, un cerdito gordo y bajo, que tenía dos hermanos menores que él.
–Cuando veas a un lobo da la voz de alarma-. Me
dijo él un día.
Yo grité
con todas mis fuerzas: -¡lobo a la vista!
Alguien
dijo: ¡Recibido!
Yo me quedé
un poco más tranquilo, ya que me había dicho que era una tarea muy importante.
Yo habría sido un ladrillo como los demás de no ser porque soy
el ladrillo que está más alto que ninguno, por eso veo más que ninguno de mi
familia.
Ví como los dos hermanos menores de mi majestad venían
corriendo y cerraban la puerta con un portazo. A continuación,
vino el lobo, que después de un rato meditando, subió por el tejado hasta la
chimenea. Él me pisoteó, yo, como cualquiera hubiera hecho, me quejé en voz
alta muy indignado, pero el lobo no me hizo caso y bajó por la chimenea.
Acto seguido oí un “Aaaaaaaaahh" del lobo, que abrió la puerta y se fue corriendo lo más rápido
que pudo con la cola quemada.
Texto: Paloma Martínez Gortázar.
Bravo por ese inicio que nos introduce en la historia de una forma original y muy certera.
ResponderEliminarMuy bien narrado el punto de vista del personaje (el ladrillo) que nos interpreta sólo lo que el puede contemplar desde la altura de la chimenea.
Enhorabuena Paloma.
Coincido con Inma, Paloma, en que el inicio de tu historia es muy acertado y visual.
ResponderEliminarAdemás, has logrado el objetivo de narrar un cuento que todos conocemos desde otro punto de vista, de forma muy creíble.
Muy bien. Sigue así.