23 febrero 2012

La araña exiliada (Narración Susana Santamarina)




Estando en mi tela, construida en un montón de paja, una presencia perturbó mi tranquilidad. Creía que iba a ser mi fin, pero me equivoqué. Solo era un simple cerdito construyendo su casa, lo único que podía hacer era esperar.

Al terminar la casa, me colé entre los trozos de paja y me instale en mi nuevo hogar.
Todo estaba en paz, el cerdito se había ido a jugar con uno de sus hermanos,  hasta que de repente vino corriendo, ¡algo lo había atemorizado! Una voz extraña se podía oír fuera.

–Soplaré y soplaré y tu casa derribaré.

Sin duda era el lobo del que todo el mundo hablaba, debido al temor que le tenían los habitantes del bosque.

Y así lo hizo, tragó aire y luego lo expulsó en un soplido muy fuerte. Una ráfaga de viento recorrió toda la casa y acabó destruyéndola. Salí volando, ¡otra vez no! Y el pobre cerdito salió corriendo, huyendo del malvado lobo. Lo único que podía hacer yo era desearle suerte y buscar un nuevo lugar para volver a construir mi casa, un lugar tranquilo donde una simple arañita pudiera vivir en paz en su humilde hogar.

Texto: Talía Rodríguez (3º de la ESO)

22 febrero 2012

Los tres cerditos y yo (Narración: Susana Santamarina).


A continuación podéis escuchar el texto de María Basterra, "Los tres cerditos y Yo", narrado por  Susana Santamarina. Espero que lo disfrutéis.



Os voy a contar la historia de los tres cerditos, pero tenéis que saber que yo también me considero personaje, así que vamos a empezar.
¡Ah!, antes que nada, me voy a presentar: yo soy el humilde trozo de paja que salió disparado por los aires por el gran soplido del lobo.
Hace unos días, antes de que ocurriera todo esto, me metieron en una gran bolsa, junto con mis amigos y familia, nos depositaron en un enorme cuenco de madera y allí permanecí durante una semana, y cuando pensé que la gigantesca vaca me iba a comer, apareció un cerdito con sus dos hermanos. El que me cogió, parecía ser el más joven por la estatura y por sus rojas mejillas que relucían a la luz del Sol. Me tomó con sus delicadas patas y no me soltó en todo el camino hasta llegar al campo. Pasaron días y días y los tres hermanos discutían sin parar acerca de algo de unas casas sin ponerse de acuerdo. Finalmente, les oí decir que iban a hacerse una cada uno. Cuando el cerdito más joven fue a construir la suya, utilizó a todos mis compañeros antes que a mí, cosa que me puso muy triste. Fue el que acabó antes que sus otros dos hermanos. El siguiente fue el mediano, y el último fue el mayor. Pasaban días y días, y yo me iba quemando poquito a poco. 
Entonces llegó el gran día. Un lobo que andaba por allí se acercó mucho y el cerdito se metió en su cabaña; el lobo le decía que si no abría la puerta, soplaría y la casa derrumbaría. El cerdito no abrió la puerta y el lobo con gran fuerza sopló y sopló y la casa se derrumbó. En ese mismo momento, salí disparado, hacia un lugar que me pareció en cierta manera familiar. Fue entonces cuando supe que me encontraba de nuevo en el comedero de vacas del que había salido hacía unos días. Cuando menos me lo esperaba, la enorme boca de la vaca se abrió tanto que fue imposible escapar. Entonces fui engullida por el animal. 
Os preguntaréis desde donde estoy hablando, ¿verdad? Pues si, estoy en el estómago de la vaca, pero tranquilos que todavía queda mucha historia que contar.

Texto: María Basterra Olives (1º de la ESO).

15 febrero 2012

Una de las anécdotas de mi vida.


Hola a todos. Os voy a contar una historia muy divertida que me ha sucedido, cuando conocí a los tres cerditos. Empiezo:
Un día por la mañana había en medio de un campo trabajando tres cerditos; estaban haciendo cada uno su casa.
Una de las casas era de paja, y el cerdito que la construyó cuando terminó se fue a tocar la flauta y a divertirse con otro de los cerditos que tocaba el violín y había construido su casa de madera. El otro cerdito, muy trabajador, siguió trabajando en su casa de ladrillos para que no pudiera entrar el lobo en vez de ir a divertirse con los otros dos cerditos.
 De repente vieron al lobo y salieron corriendo a entrar cada uno en su casa. Cuando el lobo llegó a la casa de paja dijo:
         –Abre la puerta y déjame entrar
-       –Por nada pienso dejarte entrar – dijo el cerdito que vivía en esa casita muy asustado.
El lobo extrañado dijo:
-       –Soplaré, soplaré y tu casa derribaré.
El lobo enseguida sopló y destruyó la casa de paja. El cerdito muy asustado corrió hacia la casa de madera y el otro cerdito que estaba dentro y él se quedaron más asustados todavía.
-       –¡Rayos! -Exclamó el lobo y engañándolos dijo –Bueno sois muy listos para mí, será mejor que me marche –Entonces empezó a hacer como si estuviera dando un paseo.
-       –¡Se ha ido! –creyeron los cerditos. De la alegría que tenían se pusieron a bailar y a cantar.
El lobo, muy listo, se escondió en una cesta con una piel de oveja encima para que creyeran que era una oveja perdida y tocó la puerta:
-       –¿Quién es? –preguntaron los dos asustados.
-       –Una pobre ovejita soy, sin saber a donde voy, por favor abrid y no me dejéis aquí –intentó engañar el lobo.
-       –Por nada pienso dejarte entrar con esa piel de oveja no me vas a engañar –dijeron a la vez los cerditos.
El lobo se enfadó y dijo:
-       –Soplaré, soplaré y vuestra casa derribaré.
Sopló y derribó la casa con lo cual los cerditos salieron corriendo hacia la casa más elaborada, la del cerdito trbajador y se escondieron bajo la cama:
-       –Veis, os dije que pasaría, si ese lobo aparecía, solo el ladrillo resistiría, ahora al menos a salvo estáis.
Y se pusieron a cantar y tocaron a la puerta:
-       –¿Quién es? –preguntó el dueño de la casa de ladrillos.
-       –Vendo maravillosos cepillos para poderme pagar los estudios –dijo el lobo disfrazado.
El cerdito abrió la puerta, cogió  uno de los cepillos y dijo:
-       –Gracias
Como la puerta tenía una especie de ventanita para poder asomar la cabeza, el cerdito le lanzó el cepillo, se lo tiró a la cara, abrió la puerta, tiró de la alfombra y el lobo cayó al suelo:
El lobo de los nervios se enfadó muchísimo más:
-       –Si pensáis que ahí no entraré, soplaré, soplaré y la casa derribaré.
Él soplaba y soplaba pero la casa no se derribaba, subió al tejado y entró por la chimenea, y el cerdito muy listo quitó la tapa del caldero de agua hirviendo y chilló. Ahí fue cuando aparecí yo, y salió volando de la chimenea y escapó.
-       ¿A que no sabes quién soy yo? Yo soy uno de los dientes del lobo que cuando le dieron con el cepillo en la cara empecé a soltarme un poco, cuando soplaba un poco más y con el chillido de aquel lobo insoportable, salí yo disparado, y así fue como me hice amigo de los tres cerditos y ellos hablan conmigo todos los días y yo les cuento a quién ha atacado el lobo.
-       Ahora toca la de la niña con la caperuza roja –dijo uno de los cerditos.
-       –¡Adiós chicos! –exclamó el diente.

     Texto: Alejandra González Ruíz.

14 febrero 2012

Los tres cerditos (por Paloma).


A lo lejos, vi un punto negro. De un punto negro vi una mancha borrosa. De la mancha borrosa vi una especie de cuerpo. Y de una especie de cuerpo vi un lobo alto y delgado. Venía corriendo como el viento. Me quedé mirándolo un buen rato, embobado. Hasta que recordé las palabras de mi amo, un cerdito gordo y bajo, que tenía dos hermanos menores que él.
–Cuando veas a un lobo da la voz de alarma-. Me dijo él un día.
Yo grité con todas mis fuerzas: -¡lobo a la vista!
Alguien dijo: ¡Recibido!
Yo me quedé un poco más tranquilo, ya que me había dicho que era una tarea muy importante.
Yo habría sido un ladrillo como los demás de no ser porque soy el ladrillo que está más alto que ninguno, por eso veo más que ninguno de mi familia.
Ví como los dos hermanos menores de mi majestad venían corriendo y cerraban la puerta con un portazo. A continuación, vino el lobo, que después de un rato meditando, subió por el tejado hasta la chimenea. Él me pisoteó, yo, como cualquiera hubiera hecho, me quejé en voz alta muy indignado, pero el lobo no me hizo caso y bajó por la chimenea.
Acto seguido oí un “Aaaaaaaaahh" del lobo, que abrió la puerta y se fue corriendo lo más rápido que pudo con la cola quemada.

Texto: Paloma Martínez Gortázar.

13 febrero 2012

Un lugar inexplicable






Entre griteríos y empujones Paloma se disponía a cruzar el largo y estrecho pasillo de la escuela para llegar a un lugar especial de tranquilidad y armonía, de pasión y dedicación, simplemente un lugar fantástico, la clase de música.
Paloma lleva un par de años tocando el violín, pero le dedica tanta entrega que parece que lo toca de toda la vida, que tiene un don. Siempre sigue la misma rutina: saca el violín, se lo coloca entre el cuello y el brazo, sintiendo como ambas partes se unen para formar una sola, sitúa los dedos entre las finas cuerdas, cierra los ojos y toca “El invierno” de Vivaldi, su canción favorita.
Nota a nota Paloma va construyendo en su imaginación un mundo de pentagramas, signos ininteligibles y melodías. Un mundo de música. Entonces, sólo por un momento, se siente la única persona del mundo, se siente como una violinista, porque esta es su verdadera pasión.

Texto: Elena Pozo Vinuesa   (14 años)

11 febrero 2012

Reencuentro.


–Arisa. ¡Arisa, despierta!
–¡¿Qué?! –exclamó ella –¿si?
–¿Ese no es tu ex?–Lucy, su mejor amiga, le preguntó.
–Ah, si, aquel, eso fue hace mucho tiempo –dijo a punto de romper a llorar.
Ella, aunque no lo dijera, todavía no había superado aquello. En la universidad ellos eran novios, hasta que un día le encontró a él, Octavio, ligando con una de sus amigas. Y eso no era lo único, ¡tenía una colección de fotos de chicas de la clase! Desde entonces llevan sin hablarse desde años.

–¡Ey, Ri! –él se acercó –¿Qué tal chica?, no has cambiado nada.
–No tengo tiempo, lo siento mucho –Arisa le respondió y se fue a paso rápido con Lucy.
Tenía razón, no había cambiado nada. Seguía siendo la misma chica alta y delgada, con sus ojitos de diferentes colores, verde y marrón,  pero a lo largo del tiempo se había vuelto algo dramática. A sus 30 años seguía siendo soltera, todos los del trabajo estaban detrás de ella y aun así los rechazaba. Se podría decir que aún le seguía gustando Octavio después de todo lo ocurrió. Habían pasado ya varios años, la gente cambia, ¿por qué él no?
A diferencia de ella, él se había convertido en todo un guaperas con un bigote que le hacía destacar entre toda la gente que había allí.
–Oye, ¿no me digas que sigues enfadada? –Octavio la siguió –Podemos volver a ser amigos, seguro que te gusta mi novia.

10 febrero 2012

Las puertas de la Iglesia

–Si quiero –contestó Arisa.
–Podéis besados –habla el sacerdote para finalizar la ceremonia.
Al terminar la boda, Octavio notó un temblor y se lo comunicó a su esposa Arisa. A continuación Octavio, Arisa y el Párroco se desplomaron por el gran boquete de la iglesia formado por el terremoto. Al final de la caída se encontraba una colchoneta en la cual cayeron los tres.
–¡¿Que ha pasado?!–grita Octavio. Octavio carecía de miedo escénico y tenía ganas de vomitar.
Aquel boquete en la iglesia no tenía salida, pero el sacerdote después de la caída había encontrado una llave.
–Mirad. Estamos salvados –gritó Arisa al encontrar una puertita en la colchoneta.–Pool, inserta la llave en la cerradura.
Pool, así se llama el sacerdote, insertó la llave en la cerradura y se abrió la puerta. Tras la puerta había una gran selva con un río en medio. En el río había un puente con leones muertos de hambre, y el río estaba lleno de cocodrilos. En uno de los colmillos de un león se encontraba la llave de la siguiente puerta.
Octavio tenía un álbum con fotos de chicas famosas. El decía que le daban suerte pero lo que su mujer no sabía era que entre esas fotos se encontraba la foto de una segunda mujer.
Arisa con gran valentía cogió la llave ya que los leones estaban muertos, y abrió la siguiente puerta. Al cruzar la puerta, a Octavio y a Pool le crecieron bigotes negros y robustos y en la agitación había cuatro puertas. Una de ellas era marrón y otra verde como los ojos de Arisa y esas dos puertas carecían de cerraduras. A pesar de eso, Octavio curioseó las dos puertas y vio que había una muesca en cada puerta con la figura de los ojos de Arisa. A continuación no cogieron ninguna de esas puertas sino que abrieron la de la derecha que tenía un pomo en la puerta. Al abrirla, la otra esposa de Octavio apareció y le besó y desde ese momento Arisa se quedó soltera. Salieron de esa habitación y abrieron la puerta de la izquierda y aparecieron en la ciudad y cada uno se fue a su casa.



Texto: Samuel Luzardo.

Un amor imposible.


–3,5,3,6
–17
–¿Quién ha respondido?
–Yo. Hola Arisa.
–Ah, hola Octavio. Si me permites seguir corriendo. Todavía me queda tiempo para terminar mis ejercicios.
–¿Cuánto? –dijo Octavio
Pero la pregunta ya no llegó a los oídos de Arisa, ya que ella se había ido. Él no se rendiría, tan pronto, no. Él sabía que la conquistaría.
¡Ah! ¡Esperad, que todavía no os he presentado a estos personajes!
Esta es la historia de Arisa, una joven soltera de 30 años, era guapa, delgada, valiente, dramática, energética y con una fuerza de voluntad admirable, pero a pesar de todo ello, había una cualidad que la hacía diferente: tenía un ojo marrón y otro verde. Octavio se sentía atraído por ella. Él, que era un guaperas con bigote, romántico valiente, deportista, con miedo escénico, siendo su mayor pasión ¡el coleccionar fotos de chicas guapas!
Al día siguiente Octavio se levantó tarde, como todos los días. Era muy perezoso, vago y sin motivación alguna hacia el trabajo. Sin embargo una extraña y agobiante idea le había estado rondando en la cabeza, dejándolo todo la noche en vela: ¡Cómo era posible que él se hubiera enamorado a primera vista de Arisa! Era del todo imposible. Él deseaba desesperadamente permanecer soltero durante toda su vida, dada su naturaleza vaga. El mayor esfuerzo que se podía plantear, era disfrutar de las chicas en su colección de fotos femeninas que colgaba de la pared de enfrente de la cama. Después de mucho tiempo se levantó, se puso un chándal y unos tenis lo más rápido que pudo y salió a la calle, miró en el buzón y se fijó en que había una carta de Arisa. La abrió como la velocidad de un rayo y observó que en su interior ponía “ADIÓS”. Rápidamente se fijó en la fecha en que se había escrito la carta, que ponía 30-10-2012. ¡Había llegado dos días tarde!

Texto: Paloma Martínez Gortázar.

09 febrero 2012

Más voces...

Ya tenemos aquí nuestras nuevas incorporaciones de esta semana para Las Voces, aquellas que dan vida a las Letras. En esta ocasión tenemos a Tamara González, ganadora con su video/cuento "Me contaba mi abuela que..." de la III Edición Internacional de Cuento en Corto.

Luego podrán ver a Elsa Serra, esa hermosa voz lusa del cuento, narrándonos "Historia de una vieja", una narración que mereció la mención de honor de Cuento en Corto, organizado por la Red Internacional de Cuentacuentos.










Finalmente, podrán disfrutar de la magia del directo de José Campanari, que nos trae un cuento llamado "Sígueme", una historia que pudieron disfrutar en directo los que pudieron acercarse en agosto del pasado año a Bellver de Cerdanya al V Encuentro Internacional de Narradores Orales en el Pirineo.



Estos y muchos más vídeos, podéis verlos en la página "Voces" de este blog. Poneos cómodos y ¡a disfrutar!

Verdes

Los ojos de Arisa se abrieron lentamente estimulados por la llamada de Gedelia que la había despertado. Arisa se dirijió hacia el baño, donde le esperaba Manfu. Al levantar la mirada hacia el espejo volvió a sentirse como en primaria siendo insultada por las voces de los niños, que criticaban sus extraños ojos mientras sus madres la miraban y se reían entre ellas al ver a "la de los ojos raros". No pudo evitar golpear con firmeza el espejo y provocar en él una rotura. Se cubrió la mano con vendas y se preparó para ir al trabajo. Nunca olvida sus gafas de sol para ir a cualquier sitio. En sus treinta años siempre se ha sentido diferente, y los hombres con los que salía al entrar en su casa y verle esos dos ojos, uno verde y otro castaño, agarraban su chaleco y huían para no verla más.

De camino hacia la empresa las plantas la iban llamando con sus tiernas voces. Durante toda su vida, la única amistad que tenía era la de esos verdes seres los cuales le enseñaron la habilidad de comunicarse con ella; de hecho, tiene treinta en su casa.

En la entrada a su empresa le esperaba su jefe Octavio, con sus elegantes ojos verdes, que la recibió con su especial sonrisa. Siempre había deseado salir con él, pero temía que la volvieran a dejar por su "peculiar" apariencia. Subió al ascensor sujetándose las gafas para que nadie se las quitara y entró en su planta. No pudo evitar chocar con un joven que se dio de bruces contra ella haciendo que se le cayeran las gafas. Con los ojos tapados las sujetó rapidamente y se las volvió a colocar en la cabeza: las plantas de alrededor casi se desmayan.
 

Un mundo virtual.


–¡Ya estamos otra vez!–vociferaba mi madre desde la cocina.
Este griterío se debe a mi continua lucha por querer jugar a los sims, hacía poco que me enseñaron ese juego pero ya lo tenía todo perfectamente organizado: a mis personajes, mis casas, trabajos… Total, una pelea continua.
Yo me divertía con eso, soñaba que era ella, guapa, delgada, valiente… La había creado así y su expresión era muy bonita, tenía una amplia sonrisa y los ojos con mis colores favoritos: azul y marrón.
Mi madre siempre me dice que tengo una imaginación deslumbrante, pero creo que más que eso soy original y creativa.
Arisa la protagonista de mi riña poseía algunas arrugas entre los ojos y el pómulo, no era vieja ni mucho menos, sabía divertirse, o más bien sabía divertirme.
Siempre estaba dispuesta a encontrar a alguien con quien compartir sus momentos felices, melancólicos, abrumadores, etc., pero a pesar de eso sabía luchar y enfrentarse a lo que quisiera.
El lunes en el colegio me enteré que al chico nuevo también le gustaba introducirse en ese mundo irreal. Yo ya le había echado el ojo, me había llamado la atención como era, su forma de hablar y su simpatía, así que al llegar a casa corrí hacia el piso de arriba para poder ver si estaba conectado.
Su personaje se llamaba Octavio, un nombre peculiar, tenía un bigote encantador y a todas mis amigas imaginarias les gustaba verle.
Al día siguiente en la escuela vino y me preguntó que si yo era Arisa, la verdad es que es un poco curioso, pero la perfección no existe. En clase de Lengua lo sacaron a la pizarra a exponer un trabajo sobre nuestros hobbies y se quedó bloqueado, a punto de derramársele una lágrima, al acabar de explicar me acerqué a su asiento y le pregunté cómo estaba, fue ahí cuando me di cuenta de que en la portada de su cuaderno habían muchas fotos de chicas famosas como la de Beyoncé, Adelè, Lady Gaga… y me llamó la atención que estaba la foto de mi mejor amiga Alicia, supongo que era su novia, les había visto juntos en los recreos y cambios de horas pero tenía la esperanza de que fuesen solo buenos amigos.
Esa tarde me metí en los sims y observé que había una carta con bombones delante de la puerta de Alicia, me acerqué y vi que eran de Octavio, deduje que cualquier posibilidad de conseguir a ese deportista era nula.
En ese momento mi madre volvió a exclamar:
–¿No querrás que suba y rompa ese disco, verdad?
Entonces apagué, desconecté… Quizás no todos los amores sean correspondidos.

Texto: Ana Pozo Vinuesa (2º ESO)

06 febrero 2012

Una tarde peligrosa


¡Zas! El viento arrancó una rama del árbol bajo el que se sentaba Carolina. 

Carolina por unos instantes se paralizó y tras ver que la rama no le alcanzó dijo -¡Uff! – Ella debajo del árbol jugaba con la nintendo que le habían regalado los Reyes Magos. Con esa ventisca que pegaba tan fuerte, Carolina empezó a tener frío y decidió volver a casa. Al llegar a su hogar, saludó a sus padres y su hermano mayor llamado Juan y les contó todo lo que le había pasado debajo de aquel árbol. Los padres le dijeron que por suerte no le pasó nada y que solo se quedó en un susto.


Texto: Pedro Pozo Vinuesa 

05 febrero 2012

El prado de mis recuerdos.

¡Zas! Una rama del árbol bajo el que se encontraba Carolina se ha caído y le ha dado en la cabeza. Junto con el golpe, la rama se ha llevado el mundo interior de Carolina, la ha despertado de su sueño, un sueño profundo, lleno de imaginación. Esa rama le había arrebatado a Carolina el momento en el que ella recrea un lugar fantástico, un lugar en el que la imaginación no tiene fronteras y nuestros pensamientos van más allá de la realidad a la que estamos acostumbrados, o incluso más que a la ficción ya recreada en películas o libros.

                Carolina estaba en un prado. Había llegado allí por casualidad años atrás, cuando todavía jugaba a exploradora. En el momento en el que vio por primera vez ese lugar supo que ahí pasaría muchas tardes, a veces, en busca de inspiración, otras como lugar de escondite para poder ser ella misma, o como hacía antes, para jugar. Ese lugar era mágico, por las mañanas el color de la hierba era de un verde intenso y los colores de las flores que rodeaban el prado estaban repletos de vida, a Carolina le encantaba sobretodo el aire fresco que había, si cerrabas los ojos notabas cómo el viento te acariciaba con una pequeña brisa. Pero sin duda el paisaje cobraba auténtica vida cuando el sol se ponía. El prado entero adquiría un color dorado, y una manta lo cubría todo y lo protegía para la llegada de la noche.

                Ese día Carolina estaba soñando que volvía a estar con su madre. No recuerda haber estado haciendo nada importante con ella, simplemente estaban tumbadas en el sofá. La madre estaba acariciándole y ella se limitaba a cerrar los ojos y disfrutar del momento. Aún tiene la melodía de aquel sueño grabada en su cabeza, su madre se la cantaba desde chiquitita y ahora también se la cantaba en sus pensamientos. La canción decía "cucurrucucú... paloma, cucurrucucú... no llores". Esa canción siempre le hacía sentir mejor cuando se encontraba sola o triste. Y era así como se encontraba ese día. 

                Había ido al prado en busca de una respuesta, ¿por qué la persona con la que tenía el mayor lazo de amor y confianza se había ido?, ¿por qué la había dejado sola en este mundo? Se sentía muy triste y confundida, pero cuando le despertó la rama, comprendió que ese rato que tubo dentro de su imaginación había sentido que volvía a estar junto a ella, su sueño había sido tan real, no se sintió sola y comprendió que siempre la tendría dentro de su corazón. 

                Ese mismo día, el atardecer era mas bonito que nunca y Carolina encontró en cada rayo de sol una parte de su madre que le estaba vigilando porque todas las personas vivimos eternamente siempre que haya alguien que nos recuerde.

Texto: Silvia Izquierdo Rufino (4º ESO)

04 febrero 2012

Mi Roble


¡Zás! El viento arrancó una rama del árbol bajo el que se sentaba Carolina. Pero esto no impidió a la pequeña seguir abrazando entre llantos a un arcaico y rugoso roble, donde en las más altas de sus ramas se podía observar en sus días más soleados cada color, cada gesto, cada insignificante detalle para que Carolina formara un inmenso mundo de fantasía e imaginación.
Mientras las lágrimas incontroladas brotaban de sus mejillas, una multitud de gigantescos monstruos creados por tornillos, tuercas y un espeso humo negro se dirigían hacia el bosque para intentar destruir, no sólo a la naturaleza,  sino al único y verdadero amor de Carolina.
Se aferraba cada vez más y más a esa textura áspera mientras que su cuerpo se iba quedando sin movilidad. En ese momento Carolina se sintió libre, respiraba un aire diferente, su corazón latía con fuerza, apreciaba cómo ambos cuerpos se entrelazaban para acogerse y en ese momento, el roble y ella se unieron para formar uno solo.

Texto: Elena Pozo Vinuesa (14 años)

03 febrero 2012

¡Zas!


¡Zas! El viento arrancó una rama del árbol bajo el que se sentaba Carolina. Era la tarde del miércoles, y como siempre Carolina estudiaba bajo el árbol situado enfrente de su casa de campo. Pero esa tarde se le cayó una rama del árbol en donde ella se sentaba.
Todo parecía "normal", solamente había sido un accidente provocado por el viento pero poco tardó Carolina en darse cuenta que todo esto parecía cosa del destino. Ella se dirigió a apartar la rama cuando se dio cuenta que tenía una nota pegada que decía: Una pista acabas de encontrar, si de qué se trata esto quieres averiguar, en otros sitios has de buscar el resto de pistas, que por tu casa están.
Carolina intentando luchar contra esa curiosidad que le rodeaba el cuerpo, contó hasta diez, esto era un truco que solía hacer para relajarse y volver a sus asuntos como si nada hubiera pasado, truco que siempre le funcionaba. Pero por sorpresa esa vez no fue así, a Carolina le podía la curiosidad de saber a que tipo de juego se refería esa pista. Entró en su casa y miró en el sofá pero no encontró nada. Subió a su cuarto y se fijó en una pequeña punta blanca que sobresalía de un borde de la cama, se agachó y tiró de ella. ¡Había encontrado la segunda pista!. Esta vez esa pequeña carta que le llevaría al tesoro que ella se esperaba decía: Me alegro de que quieras jugar, pero las pistas no van a ser tan fáciles de encontrar. Para encontrar la tercera pista diez pasos has de dar, una curva a la derecha has de tomar y tres veces a la pata coja debes saltar.
Carolina emocionada y llena de ganas de descubrir ese misterio caminó diez pasos, estos le llevaron al final del pasillo donde a la izquierda se encontraba la habitación de sus padres siguió leyendo y giró a la derecha, se introdujo en la habitación  y esperó ansiosa, pero al ver que no pasaba nada leyó de nuevo la carta y se dio cuenta de que le faltaba saltar tres veces a la pata coja. Enseguida saltó tres veces a un pie y para su sorpresa sus padres aparecieron por arte de magia en la habitación.
Los padres exclamaron:
—Si para que hemos montado este lío quieres averiguar, un beso en la mejilla a cada uno nos has de dar.
Carolina aceptó y se acercó y con delicadeza y le dio un beso a su padre, luego se dirigió hacia su madre para terminar de cerrar el trato.
Entonces gritó:
—¿Por qué me habéis hecho buscar tantas pistas, dar un largo paseo y encima dañarme tirándome una rama en la cabeza? Los padres le dijeron: porque hoy, como cada año es un día especial, ¡hoy es tu santo! Entonces Carolina se acordó que la noche anterior había estado pensando en ello pero ese mismo día se le había olvidado. 

Al final, Carolina se dio cuenta de lo olvidadiza que era y al darse la vuelta para salir del cuarto, se encontró un paquete de regalo. Al abrirlo en su interior contenía un toldo, Carolina extrañada preguntó para que era y los padres respondieron:
—Para que no te caiga ninguna rama más encima, porque lo de la rama no fue ni culpa ni intención nuestra, pero ahora ya tienes un "bonito" recuerdo de tu santo.

Texto: Isabel Izquierdo Rufino


02 febrero 2012

El martillo de la suerte


¡Zas!, el viento arrancó una rama del árbol bajo el que se sentaba Carolina.
—¡Ay!, exclamó Carolina, miró hacia un lado y vio una rama que se había caído del árbol. Muy enfadada, cogió su libro, se marchó y empezó a caminar y a caminar hasta que se dio cuenta de que había pasado por el mismo sitio tres veces; entonces fue cuando descubrió que se había perdido. De repente cuando pensó que ya la situación era inútil, apareció un ser algo pequeño, con pantalones más grandes de lo normal y unos zapatitos, llevaba un cascabel por lo que Carolina pudo oírlo.
—¿Sabes hablar?, le preguntó la niña.
—Sí, le contestó con una voz aguda.
Carolina, sorprendida le dijo:
—¿Cómo te llamas?,
—Me llamo Num y soy un elfo carpintero.
La niña le preguntó que si vivía en el bosque, a lo que este le respondió, que exactamente vivía detrás del segundo pino. El elfo le guió hasta su aldea y la niña pudo observar que aquello, era todo un mundo. Habían elfos de todas las clases: cocineros, pintores, zapateros, en fin, una infinidad de profesiones. La niña pudo ver que Num estaba un poco triste, y le preguntó que si le había pasado algo y él le respondió que el viento se había llevado su martillo de la suerte y que no lo encontraba. Carolina empezó a pensar y se acordó de que mientras leía su libro se le había caído una rama encima y que quizás podrían construir uno los dos juntos, el elfo aceptó y Carolina se fue a buscar el trozo de madera y lo llevó a la aldea. Después de largas semanas trabajando, se vio el resultado final, había quedado estupendo, se dieron un fuerte abrazo y Carolina se fue. Num se quedó callado y pensó que a partir de aquel momento ese martillo iba a ser muy importante para él, ya que había aprendido a trabajar en equipo y porque además se había hecho amigo de una gran persona, Carolina. 


Texto: María Basterra (12 años).

01 febrero 2012

Adiós


¡Zás! El viento arrancó una rama del árbol bajo el que se sentaba Carolina.
—¡Uff!, por los pelos—exclamó.
La niña seguía leyendo la novela que le habían regalado sus padres, pero era un poco complicado ya que la ventisca empezaba a ser tan fuerte que no le dejaba ni sujetar las páginas del libro, todo lo que pasaba por delante de ese aire arrasador desaparecía.
El huracán se acercaba velozmente y a Carolina no se le ocurría nada. ¡Estaba atrapada!
Si se levantaba se iría volando porque era muy pequeña y si se quedaba ahí se desvanecería sin dejar huella.
—¿Qué puedo hacer? —gritaba entre lágrimas
El tornado casi la engullía, estaba muy asustada.
Acurrucada en el árbol solo podía pensar en unas palabras: “OS QUIERO”.

Texto: Ana Pozo Vinuesa (2º ESO)