–Ja, ja, ja! –Se rió mi padre.
Me desperté
sobresaltada.
Salí de la
cama y fui a la cocina donde mi padre se reía a carcajadas con esa peculiar risota que a cualquiera le
amargaba el día.
Entré en
la cocina y allí estaba mi madre roja como un tomate, con su delantal verde y
amarillo y algo a su lado que yo no podía divisar ya que mi hermano Jimmy, lo tapaba, y al lado estaba mi padre tronchándose de risa y
señalando lo que yo no podía ver.
–¡Eso lo llevarás a casa de la tía Margaret!, ¡por
dios, pensé que no eras así de tonta sabiendo que tu tía no toleraría ese
pastel bajo ningún concepto!- Saltó mi padre.
–¡Basta! –Grité
subiéndome la sangre a la cabeza.
Ojalá que se
fuera ya de casa mi padre, ojalá nos dejara en paz, si no fuera porque si nos
separamos de él nos vamos a la ruina
sin dinero, sin comida y sin un techo donde vivir, ya nos hubiéramos ido de la
vista de ese hombre al que tanto yo odiaba.
–¡Basta ya! –Exploté.
Un silencio
amargo se apoderó de la cocina, aquella sala de un color marrón caca que tanto
odiaba con aquellas experiencias con el rodillo y la masa para hacer los
pasteles.
Después de
un rato mi padre anunció:
–Me voy a
trabajar al campo, hay mucho trabajo en el campo, Margaret, llegaré tarde del
campo, seguramente por la noche- Hizo una reverencia a mi madre y se fue.
Era lunes 1
de julio de 1984, yo tenía 17 años y al año siguiente alcanzaría la mayoría de
edad. Yo querría irme con Harry, el mayor de mis hermanos varones que eran cinco, que también tenía 17 años, al año siguiente a la
universidad de Londres, pero mi madre insistía en que no porque tenía que
mantener a una familia ya que ella estaba mayor.
Mi madre se
echó a llorar a lágrima viva, se abrazó a mi cuello y entonces pude ver una
masa de pastel partida a la mitad.
Entraron mis
hermanos por la puerta de la cocina con caras de preocupación y vieron el
panorama.
Harry dijo:
–No aguanto más, nos vamos a Londres, encontraré
unas habitaciones en un hotel y unos carruajes para irnos a Londres.
Todos asentimos y dije:
–James, Bilie, Erik, Davis y mamá, recoged todo
lo de vuestra habitación, Harry, tu haz lo que nos has propuesto y yo le
escribiré una carta a papá.
Tres horas después
estábamos todos en los carruajes camino de Londres.
Por fin estábamos libres de un
marginador, "empezaremos una vida desde cero", pensaba yo una y otra vez.
Texto: Paloma Martínez
Muy bien Paloma, un texto con diálogo que merece mucho la pena. Cuidar algunos descuidos por falta de revisión, pero que son poco importantes.
ResponderEliminarSigue escribiendo, no lo dejes, tienes mucho potencial.
Es un relato interesante y con muchos puntos fuertes: la ironía, una historia bien estructurada, con impacto emocional.
ResponderEliminarMuy bien, Paloma. No dejes de escribir.
Lo mismo te digo, Paloma. Has mantenido un buen nivel desde el principio, e intuyo que dentro de ti tenemos a una buena escritora. Solo hace falta trabajo. De ti depende. Envíanos tus textos. No dejes de escribir.
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