Carolina estaba en un prado. Había llegado allí por casualidad años atrás, cuando todavía jugaba a exploradora. En el momento en el que vio por primera vez ese lugar supo que ahí pasaría muchas tardes, a veces, en busca de inspiración, otras como lugar de escondite para poder ser ella misma, o como hacía antes, para jugar. Ese lugar era mágico, por las mañanas el color de la hierba era de un verde intenso y los colores de las flores que rodeaban el prado estaban repletos de vida, a Carolina le encantaba sobretodo el aire fresco que había, si cerrabas los ojos notabas cómo el viento te acariciaba con una pequeña brisa. Pero sin duda el paisaje cobraba auténtica vida cuando el sol se ponía. El prado entero adquiría un color dorado, y una manta lo cubría todo y lo protegía para la llegada de la noche.
Ese día Carolina estaba soñando que volvía a estar con su madre. No recuerda haber estado haciendo nada importante con ella, simplemente estaban tumbadas en el sofá. La madre estaba acariciándole y ella se limitaba a cerrar los ojos y disfrutar del momento. Aún tiene la melodía de aquel sueño grabada en su cabeza, su madre se la cantaba desde chiquitita y ahora también se la cantaba en sus pensamientos. La canción decía "cucurrucucú... paloma, cucurrucucú... no llores". Esa canción siempre le hacía sentir mejor cuando se encontraba sola o triste. Y era así como se encontraba ese día.
Había ido al prado en busca de una respuesta, ¿por qué la persona con la que tenía el mayor lazo de amor y confianza se había ido?, ¿por qué la había dejado sola en este mundo? Se sentía muy triste y confundida, pero cuando le despertó la rama, comprendió que ese rato que tubo dentro de su imaginación había sentido que volvía a estar junto a ella, su sueño había sido tan real, no se sintió sola y comprendió que siempre la tendría dentro de su corazón.
Ese mismo día, el atardecer era mas bonito que nunca y Carolina encontró en cada rayo de sol una parte de su madre que le estaba vigilando porque todas las personas vivimos eternamente siempre que haya alguien que nos recuerde.
Texto: Silvia Izquierdo Rufino (4º ESO)
Un árbol, recuerdos de una madre, en este caso ausente. Buen símil: raíces sobre las que sujetarse. Enhorabuena. Un texto, en algunos pasajes, con algo de poesía. Intenta, no obstante, encontrar figuras más alejadas de los tópicos para dar más fuerza a tu texto. Si lo logras, verás como los relatos serán mucho más sólidos. Sigue así. Lo estás haciendo muy bien.
ResponderEliminarSilvia, tienes madera de escritora. Debes pulir tu estilo, hacerlo más estilizado, porque puedes llegar lejos escribiendo si encuentras tu propia voz.
ResponderEliminarMe gusta esa forma en la que nos introduces en la historia. Estoy de acuerdo en que tienes un potencial increíble como escritora y que si aprovechas los consejos que te dan en el taller crecerás mucho. Enhorabuena.
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