Seguramente
a más de uno le ha pasado pero yo lo contaré desde mi propia experiencia. Todo
empieza en el jardín de infancia, haces tus primeras amistades que sabes que
van a durar para toda la vida. Piensas que nunca conocerás a alguien que encaje
tan bien contigo, encuentras esa parte tan importante de tu corazón y poco a
poco os hacéis más amigos y dices: Nada puede ir mejor.
Van
pasando los años y llega el día de empezar a ir al colegio, tu amistad pasa, de compartir buenos momentos todo el día, a almorzar juntos, a estar esas
tardes divertidas, y piensas: ¡ahora sí que nada puede ir mejor!
Cuando
llegas a primaria, te das cuenta de que, también ese afecto que sientes desde
pequeño pero que no te habías dado cuenta por fin recapacitas y lo admites: Ese me
gusta.
A
medida que avanza este ciclo, en el que todo el mundo comparte amores sin
sentido, no te separas de él pero lo mejor es que no paráis de intercambiar
sonrisas, era todo lo que yo necesitaba para estar feliz durante todo el día. Por cada gesto que hace, piensas que es una señal de que te quiere, como cuando
en clase hablan del amor y os miráis: bueno, a ver, ten presente que es mi
experiencia.
Al
llegar a sexto de primaria piensas, ¿por qué es tan difícil de olvidar? Encima no solo es eso, es que cada vez te gusta más, es algo que no se puede evitar,
y cada vez los años se hacen más largos, además de verlo todos los días se
empieza a colar en tus sueños, ¡parece que lo hace adrede!
Cuando
llegas a primero las cosas cambian, porque os aseguro que lo que piensas ahora
no es un eres guapo y encantador, me gustas, eres mi mejor amigo, sino que por
fin, te das cuenta de que nada te puede parar, algo tan fuerte que no sabías
que existía te mata desde dentro, por fin descubres que lo que pasa es que te
has enamorado. El problema es: ¿Él siente lo mismo? ¿Es un amor imposible?
¿Somos capaces de dar un paso más? Hasta te planteas olvidarlo y tras varios
intentos descubres que lo que haces no tiene sentido, utilices el método que
utilices, ya es imposible.
Todo lo
que pasa se convierte en una duda, hasta intentas recordar el por qué de todo
esto, lo fácil que era antes ir a saludarlo y jugar con él un rato… Piensas que
si te acercas interpretará como que le gustas y la relación cambiará,
pero… ¿Por qué no te dice algo sobre ese tema?, tampoco es tan difícil mandar
una señal, ¡es una necesidad para quitar de en medio esa desesperación!
Pero cuando has pasado tanto tiempo así, viéndole el doble sentido a
las cosas y madurando, esperas alguna señal y depende de cómo sea tu película,
tiene un final feliz o no. En mi caso, ya se han recibido señales por
parte de él, pero el problema que me planteo ahora es: ¿cómo le mando yo
las mías?
Texto: Isabel Izquierdo.
Muy bien escrito, Isabel, aunque ya sabes que me hubiera gustado que hubiera una historia, más que una reflexión.
ResponderEliminarEn todo caso, enhorabuena, porque has hecho un buen trabajo.