—¡Uff! Ya no puedo más— susurró mi prima.
—Tranquila –le dije— solo un último esfuerzo y terminamos por
hoy, ya queda poco para que termine la jornada.
En realidad, yo también estaba muy cansada, con los dedos hechos
polvo, sudando y con un dolor de piernas que ni sabía cómo estaba en pie,
aunque yo siempre solía pensar que era la costumbre.
Ya llevábamos un mes trabajando de sol a sol sin descanso en
aquella maldita isla apartada del mundo desde que nos capturaron aquellos
hombres bajos, gordos, con muchas joyas y que tenían un pestazo a cebolla que a
cien metros se les podía oler el aliento.
Por cierto, yo me llamo Sandra y tengo 13 años. Tengo el pelo
marrón oscuro y unos ojos azules preciosos, son como los de mi madre.
Desde que nos capturaron, cuido de mis tres primos (Fer, Grabri
y Mar), ayudándoles en lo que puedo y dando la cara por ellos.
Aquí lo que hacen es explotarnos y abusar de nosotros,
cultivando y arando la tierra.
Y a partir de
hoy, me gustaría que todos los niños sepan mi historia, aunque a veces sea una
historia que pueda parecer que no tenga ni pies ni cabeza (para que los
adultos, si ven mi diario, no sepan que significa), espero que vosotros, que
sois listos cuando queréis, os deis cuenta del significado de mis palabras.
Texto: Paloma Marínez Gortázar
2º de la ESO